Cuando al fin llega la década de los años 70, un joven irascible por todo lo que significó la década que recién concluía, y aún marcado por la tormenta sin ser esclavo de confusiones, prepararía el sendero a una a nueva generación dispuesta a enfrentarse a toda insignia de autoridad y echarse a la calle para mostrar su contrapoder. Claro está, todo aquello se debía principalmente a una minoría de jóvenes que arrojaban las bases para la primera revolución juvenil de la historia caroreña.
Hablamos de Héctor Ávila, quien como todo lo que asumió con romanticismo, estuvo listo a seguir encarnando imágenes relacionadas a jóvenes que remitían a una serie de referentes ceñidos a la fidelidad social y cultural. Esa corriente generó a nuestro personaje imaginaciones quimeras cuando tuvo su primer contacto con la política, topándose con el Partido Comunista de Venezuela, y allí tomaría para sí nuevas costumbres que librarían un combate abierto contra el movimiento que ya no encabezarían los desheredados de la fortuna, sino los hijos de las clases medias y los obreros ilustrados. Sin duda, el efecto de la otra gran revolución, la francesa de 1789.
No en vano, el sociólogo radicado en la ciudad canadiense de Montreal, Justiniano Vásquez, lo cataloga con todas sus letras como el símbolo de la contracultura, recordando a quien fue su amigo como el seguidor de The Beatles y otros artistas creativos; “de autores y pensadores de disciplina política, del buen cine, del estilo hippie y lo bohemio”.
El especialista en tratamiento de conflictos en el sector comunitario, agrega que la práctica de Ávila en el mundo de la publicidad comercial y política a través de “imaginación contra dinero”, supuso para quien esto escribe una pelea estelar. “´Coctel´ aunado a su buen genio para integrarse, intercambiar, bromear y a la vez sin dejar de emitir una opinión, bien sea en lo social, cultural o político”.
Con esa técnica echó por tierra la torcida idea que tantas veces se plantea indicando que la publicidad es cosa de invertir mucho y se suele pensar que no se puede hacer porque no hay dinero. “Héctor demostró, dice el politólogo Orlando Álvarez Crespo, que esto es absolutamente equivocado, porque al menos él aplicó otras formas que están alejadas de inversiones millonarias en medios masivos, y le dio resultado. Cierta vez una propaganda política del MAS ilustrada por Héctor, cautivó al gran Jacobo Borges”, expresa con ponderación el también escritor y columnista.
Y si seguimos apegados en las conjeturas de Vásquez, leemos en la nota que Héctor Ávila fue de una generación de artistas que conformó la denominada New Art Pratice, “que consistía llevar el arte a la calle mediante prácticas o intervenciones que buscaban la interacción directa con la gente, y una estrategia artística como de difusión y documentación”.
El historiador Luis Cortés Riera (Cronista de la Ciudad) añade a las anteriores impresiones que Héctor fue un hombre que vivió marcado por Las fresas de la amargura, de Hagman (1970), película en la que se cuenta la historia de la revuelta estudiantil de los años sesenta, basada libremente en el libro homónimo, el cual trata sobre las protestas que ocurrieron en 1968 en la Universidad de Columbia.
Recuerda su apego a la lectura, práctica que asumió porque de niño fue pregonero. “Hablar con el Dr. Paúcho, por ejemplo, era algo que cualquier joven no hacía y Héctor se acostumbró a intercambiar impresiones con el reputado profesor de filosofía porque cada mañana le ponía la prensa del día en sus manos”.
Asiduo a los diarios Panorama, El Nacional, Últimas Noticia, El Diario de Carora y últimamente de El Caroreño. “Amaba el llamado Séptimo Arte, y siempre pregonó que sus películas favoritas eran El Chacal y también la citada Las Fresas de la amargura. Conversador y amigo de muchos, odiaba las injusticias y por ello abraza la causa del socialismo democrático”, nos escribe al teléfono Cortés.
En este contexto, el distinguido sociólogo citado antes dice que los hechos internacionales de su tiempo que hacían estremecer el mundo lo conmovieron intensamente: el asesinato de J. F. Kennedy, el racismo americano y la guerra de Vietnam. Pero la revolución sexual, etc. le alimentaron su posición política, claramente identificada con el proyecto del ´socialismo a la venezolana´. En esta práctica de la política asumió un gran reto de poner a toda máquina su ingenio contra el poder económico con excelente trabajo de campaña publicitaria, logrando siempre vencer los obstáculos financieros”.
Habiendo abandonado el PCV e inmerso en el pensamiento masista, su extraordinario aporte fue significativo en la campaña política de 1978. “Para luego lograr llevar a la Cámara Municipal de Torres por primera vez en la historia de Carora, un representante de inclinación de avanzada democrática, como lo fue el respetable y distinguido Dr. Juan Martínez Herrera”, anota Justiniano Vásquez.
Una anécdota de Luis Cortés es imposible dejarla fuera en este texto: “Cuando me fui a estudiar a la UCV, mi sorpresa fue mayúscula al encontrarlo allí, junto a otro personaje popular caroreño: Pedrito Chávez, ´El Drácula´, pues allí estaban instalados con sendas tiqueras del comedor universitario. Con apenas la primaria aprobada, Héctor pasaba como estudiante universitario que luce suéteres chemises importados de Francia y costosos blujeans Levi´s norteamericanos, que habla con cierta soltura y donaire. Se ganaba la vida rotulando letreros para la compañía cervecera Polar de Mérida, cuyo gerente era un caroreño, Adelis Álvarez”.
Se habla con frecuencia de su prodigiosa memoria. Contaba con sorprendente precisión acontecimientos vividos en su niñez, como el haber conocido gente, que por extravagancia o genialidades, lo cautivaron. Todo absolutamente pertenecía a la historia que se forjó detrás de su vida y su arte.
Créditos para esta crónica:
Testimonios: Soc. Justiniano Vásquez
Dr. Luis Cortés Riera
Pol. Orlando Álvarez Crespo
Fotos: Cortesía Juan Carlos Armao
Video: Soc. Justiniano Vásquez
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