Luego de coronarse por cuarta ocasión en su historia en la LVBP, Caribes de Anzoátegui acudió a la Serie del Caribe 2021 en Mazatlán, con la intención de buscar su primer título. Sin embargo, tras mostrar gran ofensiva en Venezuela, en México fueron todo lo contrario, al lucirse en pitcheo, pero quedando a deber con el bateo.
Culminados los primeros cuatro partidos de la ronda regular, a falta de que se disputar el encuentro de anoche ante Tomateros de Culiacán, la ofensiva colectiva de los orientales estaba por debajo de los .200 puntos, al exhibir .178, siendo además el equipo que menos hits había conectado con solamente 21. Y por si fuese poco, también marchaban en el fondo del departamento de extrabases con seis, producto de cuatro dobles y par de batazos de cuatro esquinas.
Con hombres como Willians Astudillo, Alí Castillo, Balbino Fuenmayor, Oswaldo Arcia y Danry Vásquez, muchos auguraban que las batazos lloverían diestra y siniestra cada vez que le tocara jugar a los campeones de la pelota venezolana. Pero incluso las grandes figuras de la tropa que dirige Mike Álvarez se esfumaron en el momento más apremiante.
Solo Jesús Sucre, Herlis Rodríguez y Astudillo sumaban al menos tres imparables, aunque el promedio de la “Tortuga” era de .200, sin contar la jornada disputada anoche.
Y por más que el estratega cubano realizó cambios en el lineup, buscando una fórmula que despertara su ofensiva, poco fue lo que exhibió Caribes, siendo un reflejo totalmente distinto al que mostraron en LVBP, tras dominar el circuito en fase regular con .302 de average, mientras que en postemporada también superaron la barrera de los .300.
Aún así, no todo lo que mostró la tribu oriental fue oscuro, puesto que su pitcheo sacó la cara, aun frente a las adversidades que atravesaron por el slump que vivió el equipo.
Caribes llegó al jueves, junto con Águilas Cibaeñas, como los únicos con efectividad colectiva inferior a 3.00. Los dominicanos lideraban con 2.00, mientras los venezolanos los escoltaban con 2.91, pese a su récord de 1-3.
Y así fue que los aborígenes acudieron a Mazatlán; con un bateo que quedó a deber y con un cuerpo de lanzadores que se creció en prácticamente todas las situaciones que enfrentó.
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