La ausencia de liderazgo en momentos en que la sociedad caroreña está ansiosa de alguien con la estampa exigida, pone sobre la mesa figuras destacadas que se revalorizan en la medida que su ausencia -esta vez la definitiva- permanece en lo más rotundo del tiempo, que es cuando las personas como Pedro Domingo Oropeza se consolidan, en, y para la historia.
Por su forma de ser y sus características físicas, a quien esto escribe le recordaba a un cónsul romano envuelto en las vistosas togas que describen los historiadores. No era el único que lo veía así, pues, aún perdura en mis recuerdos la viñeta "A Pulso" del decano del periodismo en Lara, El Impulso, donde lo dibujaron encima de una columna clásica, aunque el sentido era otro; era la representación del consenso logrado en su partido en torno a su candidatura a la Alcaldía de Torres en 1989, con el título certero que textualmente decía: "En Carora la concordia fue posible".
"Fue un momento estelar en su vida; momentos en que Acción Democrática vivía una de sus peores crisis política y moral", anota el especialista en tratamientos de conflictos en el sector comunitario de la Universidad de Montreal, Justiniano Vásquez.
"Recuerdo que les aseguré, dice: ´si el candidato es Pedro Domingo, pueden jurar que será el alcalde de Carora, y el primer alcalde en la historia de Torres´”, ilustrando su respeto por nuestro personaje, diciendo que se trató de un hombre que no sufrió de trastornos de ansiedad por el control en el ejercicio de la función política, y agrega el acreditado sociólogo: "Un hombre que no utilizó su investidura como medio para alimentar sus deseos emocionales particulares, y nunca estuvo disociado de los deseos de mejora y contribución a los demás". Podemos decir entonces, que con una tozudez admirable Pedro Domingo Oropeza sabía hondamente conectarse con el pueblo para hacer frente a sus necesidades, en un momento clave de su historia.
Pulsando la opinión del profesor Gorquín Camacaro, nos encontramos con otro concepto revelador. Destaca la figura del exalcalde como un líder "transformador", que contó con un estilo muy efectivo y desgraciadamente poco común: "Pedro Domingo Oropeza fue un hombre honesto", dice a secas, y aunque parezca una locución ajada en el tiempo, la de Camacaro viene cargada de seguridad y le da fuerza a la descripción que tratamos de revelar.
Evoca que estando en la Junta Electoral Principal como miembro, se le acerca un hombre y le pregunta que si es de Carora. "Le afirmo, y me increpa que haga justicia con el voto, porque a él le quieren robar las elecciones en el municipio Torres. Investigamos, y tenía razón, se convirtió en el primer Alcalde producto de la descentralización".
Camacaro expone que su gestión estuvo apegada al ordenamiento municipal con indicadores de conducta adherida a la honestidad. "Los caroreños lo recordamos como un hombre de ética, de principios democráticos; incluso, esta posición de alta moral hizo que su hijo (Leonardo) continuara la gestión municipal".
El primogénito
Pedro Domingo Oropeza Álvarez fue el mayor de una prole de siete hermanos nacidos bajo la toga matrimonial de Pedro María Oropeza y Rufina Gertrudis Álvarez. Vio luz el 2 de diciembre de 1928 en el árido caserío de Cabanache, hoy perteneciente a la parroquia Chiquinquirá. “Cuando apenas tenía meses de nacido mi abuelo recoge lo que tenían, y viene a Carora por la persuasión que le impuso la necesidad: buscar mejores horizontes en el mundo del comercio”, cuenta su hijo, el historiador y cronista Pedro Domingo Oropeza Pernalete.
Una vez instalado, Pedro María gestiona el establecimiento de un negocio al que le puso el sempiterno nombre de “Bodega La Siempre Viva”, en la esquina de la calle Comercio con Calvario. “Fungió por años como centro de acopio de los arrieros provenientes en su mayoría de Coro, que depositaban su mercancía una vez convenido el valor de su carga. El negocio fue creciendo conforme a las utilidades que arrojaba, y hasta hubo la necesidad de construir un silo para el depósito de granos”, explica con vibrante memoria histórica familiar el mayor de sus hijos.
Camino a la política
Y se forjó Pedro Domingo Oropeza Álvarez viendo el trajín diario de su padre y viendo cómo nacían el resto de sus hermanos, pero además animado por la ideología de un dirigente que justamente iniciaba su carrera política en el año en que nació: Rómulo Betancourt. “Todo comenzó cuando se enfila en el movimiento Asociación de la Juventud Venezolana (AJV), que a nivel regional lideraba Leonardo Ruiz Pineda, conmovido por un escenario desalentador donde las oportunidades laborales eran muy escasas y el acecho permanente del peligro en cada esquina, sobre todo, si se manifestaba en contra del poder político marcado por la dictadura”, reseña el consultado.
La dignidad como capital
El politólogo Orlando Álvarez Crespo indica que además Pedro Domingo Oropeza desde muy joven tuvo que hacer frente a una odiosa costumbre colonial que no pudo ni barrer el torbellino federal. “Pero siempre hay hombres dignos que no están dispuestos a soportar injusticias por muy sagradas y ancestrales que sean”, sentencia OAC, pasando así a describir un episodio memorable en la vida de Oropeza Álvarez: “Siendo un humilde muchacho, cierto día iba con un huacal a cuestas que contenía quizá un encargo de algún cliente de su papá, y debía bajarse de una alta acera con la pesada cesta que soportaba sobre su cabeza para darle paso a un godo de apellido Riera. El muchacho un tanto asustado no se bajó de la acera; no por falta de respeto, irreverente y ni igualado, sino por temor a caerse en virtud del peso del cesto. Al muchacho de apenas unos 13 años aproximadamente lo encerraron en un calabozo por tres largos días, y como ya los futuros fundadores locales de AD habían empezado a hablar de igualdad social, justicia y democracia, fue así como empezó a abrazar las banderas que siempre defendió y le dieron sentido a su ejemplar vida”.
La dignidad sería un capital importante en su vida, y otro hecho, esta vez deportivo, ancla en lo célebre de su andar. “Mickey Camacho, para muchos el mejor campo corto caroreño, recordaba que mi papá intentó jugar beisbol, pues tenía tamaño y se veía fornido pero era muy maluco”, recapitula Oropeza Pernalete. Y explica que Don Pedro para poder jugar al beisbol tuvo que ingeniárselas junto a su hermano Desiderio (Yeyo), y fundan el 7 de abril de 1951 el Estrella Roja de El Cardonalito. “Pero un día el equipo perdió por un error de mi padre, y hasta ese día jugó beisbol, y se retiró del escenario ungido con la vergüenza que aquello implicó bajo el juramento de no jugar más nunca pelota. Hasta esos predios pudo llegar el decoro de mi padre”.
La cárcel
Oropeza Álvarez, al igual que cientos de jóvenes en la Venezuela de su tiempo, fue encarcelado junto a Víctor Julio Ávila, Isaías Ávila, Víctor Pineda, Lucio Montes de Oca, Fulvio Díaz, Ricardo Santeliz, Thelmo Mendoza, Segundo Ignacio Ramos y otros más que simpatizaron con el alzamiento en el cuartel El Cuño y luego trasladado al Castillo Libertador de Puerto Cabello. La excarcelación de aquel grupo llegó pronto gracias a la presión de la dirigencia adeca, pero la consecuencia del apoyo irrestricto a la sublevación contra el régimen dictatorial, siguió siendo objeto de persecuciones, y el silo del negocio de su padre sirvió de escondite a los revoltosos muchachos.
Un líder para servir
Desde 1941 se inscribió en Acción Democrática, y arrancó así su impecable vida política que empezó como funcionario del Ministerio de Sanidad, Presidente del Concejo Municipal, Diputado y luego siendo el primer Alcalde electo por elecciones directas 1989 – 1992, y reelegido para el periodo 1992 – 1995 con el 38, 54 y el 40, 54 % de los votos respectivamente.
“Pedro Domingo fue un modelo de dirigente político al estilo de países como Canadá y los más civilizados de Europa. Militante, dirigente y líder entregado con devoción, sencillez y humildad a la acción comunitaria, a la acción social y humana sin mostrar ínfulas de grandeza, de prepotencia, de arrogancia, ni de ceguera política. ¿Por qué digo líder? porque lo vi dirigir y liderar sus dos campañas electorales, las cuales no necesitaron ni parafernalia, ni verborrea”, escribe Justiniano Vásquez.
Durante su gobierno se construyeron alrededor 30 escuelas y 20 liceos rurales, además de la instalación de múltiples núcleos universitarios, promovió la construcción de espacios de esparcimiento, ampliación de la red de agua potable y electricidad y consolidación de barrios. “Si alguna vez ejercí una función de gobierno, lo hice en la Alcaldía de Torres por lo que me inspiraba Don Pedro. Lo acompañé solo un año y pude apreciar más de cerca su gran condición humana y social. Sin duda, un gran ejemplo para el liderazgo político-venezolano y su bochornoso esquema de hoy”, termina diciendo Vásquez desde la ciudad de Montreal.
Así se recuerda a Pedro Domingo Oropeza Álvarez en el marco de la honorabilidad, el respeto y la sobriedad de liderazgo. El político, el Alcalde, el padre y el esposo de su inseparable María Eugenia, la mujer que nuca lo llamó por su nombre, pues, para ella Don Pedro fue “Mi Vida”.
POR: FRANKLIN PIÑAS.-
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