Por: Franklin Piña
Procuramos un encuentro con Mario de Jesús Torres, un hombre al que la cuadrícula urbana caroreña conoce como Ure, y que pronto toda una generación cayó en cuenta de que se trata de un tipo que desborda conocimiento de alma humana, pero además enfrentó con decisión una guerra que le fue declarada por su condición física, la cual pudo plantear con rencor y resentimiento. Sin embargo, su grandeza radica en que la respuesta estuvo encuadrada en excesos particulares que no pocas veces incomodan a los mezquinos.
Descifrar aquella cualidad estando al frente de este personaje resulta imposible. Entonces nos vamos por lo más fácil: la estructura anímica y correcta cobra en él toda vigencia porque posee inteligencia para distinguir lo realmente relevante de lo que carece de interés.
La mayor parte de su existencia ha transcurrido en su residencia del Torrellas. El período de su vida (78 años) transcurre entre paredes de un espacio austero, pero con la sobriedad necesaria para alguien que voluntariamente decidió vencer el oscurantismo al que se fuera rendido cualquier espíritu frágil cuando parecía que la sociedad amenazaba con condenarlo a vivir en medio de las sabanas de la ignorancia.
“La cultura general, dijo para empezar antes de activar nuestro grabador, es un bien del hombre que iguala a todos los individuos, pero al mismo tiempo nos hace diferentes entre unos y otros, aumentando la riqueza que el ser humano compone. Aunque a mí me ven diferentes al solo pasear la vista aunque esté en una multitud”, expresó en señal de muestras de que está libre de complejos.
Políglota a voluntad propia
A Ure le dio por iniciarse de manera incesante en una tarea nada sencilla, como aprender idiomas. “El cerebro posee un hemisferio que es el que se encarga del procesamiento de la información verbal y numérica de una manera deductiva o lógica. Existen personas que esa parte la desarrollan, y como a mí siempre me llamó la atención el asunto de las lenguas, creo que puse a prueba lo que a mí corresponde”, manifiesta.
Cuenta que el primer libro que cayó en sus manos fue “La angustia de la nada”, una obra que le enseñó que la angustia es el vértigo de la libertad, pero aunque parezca un contra sentido, Ure vive con la angustia de no entender nada. “Tenía 13 años”, recuerda.
Confiesa que los idiomas le llegaron por correlación. “Resulta que hubo un profesor que recaló desde El Tocuyo llamado Ramón Ocanto, que me dio clases en cuarto grado, y un día nos propuso que cada tarde nos pondría algunas palabras en inglés para que investigáramos su traducción literal. Ahí comencé a tomarle amor a este idioma. Ocanto me enseñó lo emocionante que puede ser el aprendizaje de un idioma nuevo, y desde entonces he pasado miles de horas aprendiendo lenguas, en cursos y también a nivel autodidacta”.
Habla, además del natal castellano, perfectamente alemán, francés, inglés e italiano. Aconseja que lo más importante es aprender a ver la parte divertida del estudio de otras lenguas y motivarse para poder desarrollar habilidades y capacidades. “Es bueno acotar que nadie es capaz de dominar ningún idioma; ni siquiera el nuestro”. Formula con sobriedad que cuando alguien alcanza un nivel intermedio y comienza a entender con fluidez, es cuando empieza la verdadera diversión. “Puede ver y acceder a artículos, libros, al cine y canciones que te arrojan una gran cantidad de información comprensible, o en otras palabras, leer y escuchar material relevante e interesante que coincide con tu nivel”.
Revela que los idiomas evolucionan a veces lento, a veces muy rápido. “Existen muchas razones por las que una lengua puede cambiar. Una razón obvia es la interacción con otras lenguas y eso les da vida. Un idioma que no cambie, es un idioma muerto, y no creo que no haya un idioma insostenible al cambio”.
Recomienda que la clave está en practicar cada lengua. “Yo por ejemplo tenía un amigo italiano, Carlitos Pellicane, por el año 62 con el cual hablaba italiano en cada encuentro en la plaza Torres. Es sumamente difícil, porque sucede que en italiano -reconocen los etnólogos- hay dialectos como toscano, piamontés, sardo, abruzzese, pugliese, umbro, laziale, marchigiano central, cicolano- reatino-aquilano y molisan. Pero además hay otros: milanés, brescian, bergamasco, veneciano, modenés, boloñés, siciliano, napoles, etc. El italiano que yo hablo es el toscano”, apunta cuando nos da a conocer su beneficiosa experiencia.
Indica que se ha convencido que hay idiomas que cautivan. “El francés es fabuloso y el alemán ni se diga porque es un idioma gutural, agradable; muy nasal. El Inglés es más fonético.
Víctima de una regla absurda
Pero Ure fue víctima de un episodio que hoy puede verse como lo absurdo de lo más absurdo cuando quiso ser profesor de inglés, pero le fue negado su ingreso en el Pedagógico por su apariencia física.
“Yo fui testigo de ese hecho”, escribe la profesora Haydeé Álvarez. “En esa época existía el Básico Superior, actualmente el IUTAEB. Los bachilleres debían cursar dos semestres en el Básico Superior y luego al concluirlos, empezaban cada quien en su respectiva universidad: UCLA, UNEXPO y UPEL- IPB”.
Rememora sus años de estudios con Mario de Jesús Torres. “Juntos cursamos esos dos semestres y fue el estudiante más brillante del curso. Además de hablar inglés fluidamente, también hablaba francés y algo de alemán. Cuando vamos a inscribirnos en el Instituto Pedagógico de Barquisimeto en el Tercer Semestre, realizaban una serie de exámenes. Según ellos para ser docentes, en esa época, no se debía tener un defecto físico muy marcado para evitar las burlas de los estudiantes, lo que se traduciría en una distracción”.
Álvarez señala que sus compañeros nunca estuvieron de acuerdo con aquella irracional norma, “y al saber la conclusión de quienes estaban evaluando el resultado de no aprobar la inscripción de nuestro compañero, tomamos el IPB durante unos meses, pero no nos escucharon. Lo lamentamos demasiado y sufrimos con él tal injusticia. Era el estudiante más brillante entre todos nosotros”.
Fuera de lote
El cronista Luis Cortés Riera lo califica como un ser “fuera de lote” en el asunto de los estudios. “En la década de 1970 obtuvo con brillo el bachillerato en humanidades en el Liceo Nocturno Egidio Montesinos. Al ocurrir aquello se inscribe de nuevo para cursar el bachillerato en ciencias en esa misma institución de enseñanza secundaria dirigido por el profesor Homero Álvarez Fernández. Allí hizo gran amistad con el docente del exilio español Federico Sanz Sancho, a la sazón profesor de la lengua de Voltaire y Rousseau en cuarto y en quinto año de humanidades”.
Critica, al igual que nuestra amiga Álvarez, la muy torpe y absurda decisión de negarle el derecho a prepararse para el ejercicio del Magisterio por aquella deformidad que no es de su responsabilidad. “El modelo de ser humano era para aquellos examinadores del Pedagógico el Doríforo de Policleto y la belleza caucásica, pero para nada tuvieron en cuenta que las más excelsas obras del arte y de la literatura universal está salpicada de enanos, seres deformes y tuertos”.
Cambio de nombre
Nuestro entrevistado ha estado rodeado de entresijos, comenzando por su nombre. “Alguien se empreñó en que hiciera las diligencias para resolver lo de mi apellido. Su insistencia me llevó a decirle, por aquello de mi no inclusión en el IPB, a decirle: ‘si no me conocen o no me toman en cuenta como Ure, menos como Mario de Jesús Torres’. Pero su insistencia tomó fuerzas, entonces acudimos al registro a poner al día toda la documentación para que mi identidad fuera la correcta, y así ser entonces lo que soy hoy: Mario de Jesús Torres. Todo esto viene precedido de un cuento muy largo”, dijo, el cual relató, pero sólo revelamos el núcleo de su testimonio.
Vida hecha a mano
Su vida está hecha a mano, su bagaje cultural a voluntad pura. No por casualidad José Adán, amigo entrañable de Ure, pone de manifiesto sus impresiones. “Confieso que cuando lo conocí no me creó expectativas, sólo que con el discurrir de la conversa, pronto me convencí de que es un hombre de muchísimo talento”.
Lo califica como un hombre que tuvo razones para ser una especie de oráculo para su generación. “Un ser humano dotado de sabiduría, propia de los filósofos de la antigüedad porque versa sobre temas disímiles con absoluta convicción”.
Adán admira su proverbial humildad, “una virtud dada a conocer o reservada a un minúsculo grupo, porque son dotados de un espíritu superior”.
El Dr. Ángel Páez lo resume magistralmente en dos puntos que considera importantes: “Un políglota que no haya salido de Carora, en este caso, es muy difícil conseguirlo, y toparse con él es un orgullo para nosotros. Lo otro que me impresiona es que a pesar de sus casi 80 años, aún tiene una memoria prodigiosa para precisar fechas de todos los acontecimientos que a él le conciernen”.
Y nos despedimos de Ure tanto José Adán, el Dr. Páez y quien esto escribió. Saludó en francés fluido al sociólogo Justiniano Vásquez a través de la magia del WhatSaap, no sin antes darnos más muestras de humildad, esa a la que se refiere Adán, al decirnos que aún necesita tiempo para prepararse.
Así es la vida de Mario de Jesús Torres o Ure. Una víctima de una regla irrazonable, de una sociedad cretina y que a pesar de su voluntad hidalga como la del Quijote, es un políglota olvidado.
Créditos:
VIDEO: Justiniano Vásquez
TESTIMONIOS: Haydeé Álvarez, Luis Cortés, José Adán y Ángel Páez
ARTE PASTEL: Edgar Rivero Castillo
VIDEO: Justiniano Vásquez
TESTIMONIOS: Haydeé Álvarez, Luis Cortés, José Adán y Ángel Páez
ARTE PASTEL: Edgar Rivero Castillo
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