La
competencia, tras años de boicot opositor, vuelve al campo electoral en
Venezuela.
En
las «megaelecciones» de este domingo se eligen 3.082 cargos: 23 gobernaciones,
335 alcaldías y cientos de escaños en consejos locales.
3.082
elecciones en las que el chavismo se enfrentará a un amplio sector de la
oposición que, en su mayoría, no reconoció el sistema electoral en las
presidenciales de 2018 ni en las legislativas de 2020.
Esta
vez habrá, además, observación imparcial de los comicios. Y un interés
internacional por si el gobierno de Nicolás Maduro puede garantizar la
competencia democrática.
«Este domingo le vamos a dar buenas noticias al
mundo», dijo el presidente venezolano.
Los venezolanos irán a las urnas en un
momento raro para el país: tras décadas de
profunda polarización, la política ha dejado de ser una de las principales
preocupaciones de la gente y la dolarización de facto y la apertura económica
han permitido mitigar la crisis, activar la producción y aliviar, parcialmente,
las necesidades urgentes.
A
la apatía se añade que un quinto de los 21 millones de venezolanos registrados
para votar no podrán hacerlo por estar en el extranjero, a donde han viajado
huyendo de la crisis. Por eso una de las claves de estas regionales y municipales
es si se superará, y por cuánto, el magro 30% de participación de las
legislativas del año pasado, en las que el chavismo ganó sin competencia real.
Y
este domingo, aunque participa la oposición, lo más probable es que el chavismo
vuelva a imponerse.
«Está
claro que, por la abstención y por los desniveles en la contienda, la primera
fuerza política del país será el chavismo», dice la consultora política Colette
Capriles. «Pero por eso estas elecciones servirán más como una suerte de
primarias, una medición de fuerzas, dentro de cada bando».
Tanto
el chavismo como la oposición llegan divididos, afectados por una serie
de inhabilitaciones, intervenciones y proscripciones que para muchos no
garantizan un proceso auténticamente democrático. En ambos lados hay decenas de
candidaturas frustradas por fallos judiciales.
Sin
embargo, la renovación en mayo de los rectores en el Consejo Nacional Electoral
(CNE), algunos compromisos establecidos en el proceso de negociación en México
y la observación electoral internacional dan, para algunos, la noción de que
una transición democrática está naciendo tímidamente.
«Tenemos
que reconstruir nuestras instituciones», dice Enrique Márquez, político
opositor y ahora rector del CNE, ente que regula los comicios y llevaba años
formado por miembros nombrados por el chavismo.
«Pero para eso tenemos que ir poco a poco, como quien remodela una casa, parte por parte (…) Ahora al menos podemos decir con absoluta certeza que en el ámbito electoral, tras varias auditorías y procesos de tecnificación, tendremos otra vez una votación segura, protegida y secreta», añade el funcionario.
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