Poco a poco, parecemos retornar a la vida normal, sin cuarentena, y sin limitaciones. Muchos vacunados, algunos escépticos no lo hicieron y también se les respeta ese derecho.
Luego de haber vivido alrededor de dos años impactados seriamente por el Covid-19, es sano hacer un balance de esta pandemia que nos azotó en gran medida, tanto así, que cambio la vida de muchos, quienes aún tenemos la dicha de estar vivos y solo nos queda agradecerle a Dios.Sin duda, el virus cobro un gran número de víctimas fatales.
Analizar desde la dimensión humana, la perdida de un ser querido es lo más lógico posible, partiendo de la máxima, todo ser vivo, nace y muere. Pero los afectos juegan su parte, el ser humano es ante todo una amalgama de sentimientos encontrados.
¿Cómo nos afectó este encierro obligado? Creo que depende de las personalidades de cada quien, pero todos sentimos un cambio en nuestra vida, la resistencia al cambio hizo estragos en algunas personas y otras buscaron la forma de adaptación a lo que se entendió como la nueva forma de vivir.
La vida laboral se vio literalmente golpeada, oficinas solas, millones de hogares diseñaron una especie de oficina casera. Los muebles domésticos perdieron su utilización de adorno, para convertirse en una silla y mesa de trabajar.
Ese ambiente de oficina, de bulla en las mañanas al momento de llegar, el trajín propio de la hora del almuerzo y la despedida del día, quedaron atrás, todo se vivía desde la computadora o desde el teléfono.
Conocimos a otro aliado tecnológico, o masivamente se dió a conocer, porque muchos ya lo usaban. El amigo Zoom determina la hora y duración de las nuevas reuniones de trabajo.
Desaparecieron los mensajeros de oficinas y aparecieron los "delivery", esa nueva especie del reparto a domicilio. A algunos les gusta laborar desde la casa y cumplieron, muchos trabajaron menos, falta mucho compromiso y eso se nota en el rendimiento laboral. Otros siguieron como otrora pagando por andar libre en las calles, una especie de fianza libertaria.
Quedará para el recuerdo, cómo siete días gozabamos de flexibilidad para salir y otros siete no. Le he buscado una explicación científica, práctica o de cualquier índole y aún no la encuentro. Lo cierto es que vivíamos meses de 15 días.
Las fiestas y celebraciones también fueron virtuales, menos para algunos, grupo muy selecto que si podía divertirse y hasta se nombró a sus fiestas como "Corona Party", aquí le ponemos nombre a todo, son esas ganas inmensas de ser gringos estando aquí.
Mención especial para la vacunación que comenzó de manera lenta. Inmediatamente unos avispados comenzaron a ofrecer la vacuna de manera clandestina, muchos se vacunaron y a esta vacuna de dudosa procedencia se le llamo "agüita de sapo", así anduvimos.
Para sorpresa de todos la vacunación se hizo masiva y se debe reconocer que Venezuela se vacunó, algo que parecía imposible y hasta la tercera dosis, aún en ese proceso.
Netflix, Spotify, MagisTV y muchas aplicaciones más, pasaron a ser parte normal de nuestros gastos diarios. Los que disfrutamos del deporte, sufrimos bastante en el primer año, luego vimos deporte sin espectadores, algo poco agradable, pero lo vivimos. Poco a poco, los estadios van tomando su forma y llenando su aforo, a Dios gracias.
Una de las cosas que me quedara en la mente para siempre como un mal recuerdo, fue la consecución de oxígeno, daba dolor ver a los familiares de muchos infectados clamar y morir en el intento de obtener una bombona de oxígeno. La vida nos daba una lección, pagar por lo que respiramos, sin duda, una cruda y dolorosa lección.
Aprendimos que saturamos, muchos no lo sabían, pero si bajaba de 90, todo empeoraba.
Sufrimos todos, nos dejó vacíos irrecuperables, sacudió la forma como vemos y vivimos la vida, nos recordó que nada valemos y que todo puede irse en minutos, el contagio ni se sentía.
El mundo se vio trastocado en todas sus dimensiones. Ojalá nos haya quedado alguna enseñanza de esta horrible pandemia. Siempre de lo malo, algo bueno queda.
Analizando este tema, así de manera somera y sin profundizar, vemos como un virus nos alteró la vida a todos y a pesar de esto, algunos, supuestamente más desarrollados que nosotros, se están matando en guerras. Pareciera que muchos no entienden el valor de la vida, por el simple empeño de ponerle valor a todo.
Así andamos, al parecer no cambiamos y si no lo hacemos, nada aprendemos, triste realidad. Pero debemos apostar al cambio en el rumbo del mundo, se puede lograr vivir de mejor manera, solo cediendo espacio basándonos en el respeto.
Por: Pedro José Álvarez Chirinos.-
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