Quizás esa caroreñicidad, esa palabra acuñada recientemente explica el porqué de esta situación y es que los hijos de Carora, pareciera que tienen esa forma de relacionarse sui generis, esa manera desprendida de ver la vida, de entendernos como hijos de una región geográfica. Vemos a nuestra ciudad como el gran manto que recoge a sus hijos.
De allí, de esas vivencias juveniles, se hacen amistades eternas y se aprenden a querer sitios y tradiciones que antes no se conocían.
Ejemplo de estás tradiciones son las Semanas Santas de Carora, sus procesiones que culminan cada domingo de resurrección con ese emotivo encuentro, de Jesús resucitado con María, es muy real, en plena carrera del uno hacia el otro, los corazones palpitan más rápido, muchos humedecen sus mejillas, al caer lágrimas de emoción. Sin duda, una experiencia inolvidable y más aún, cuando se vive en la niñez.
Inolvidables son las ferias de Carora. No es fácil ver tanta alegría acompañando a los orgullosos productores agropecuarios y a los artesanos. Quien asiste al parque, de una u otra forma se reencuentra con su niñez y eso se nota, en el buen ambiente que se respira en cada edición ferial, es ese no se que, presente en todas las personas, miles de seres pendientes de ver amigos de antes, para compartir lo que se disfruta. Sin duda, la fiesta alegra el espíritu y cuando la fiesta es una feria, hablamos de otro nivel de percepción.
Vivimos nuestra fiesta grande como lo hacen las grandes ciudades, sentimos lo que hacemos y mostramos orgullo por nuestros éxitos.
Aplaudimos nuestra Raza Carora, degustamos su gastronomía y bailamos al son que nos toquen, así somos.
Para muestra un botón, el rotundo éxito de la última edición ferial que quedó registrado el resurgir de esta nueva avanzada para hacer de Carora, la ciudad que soñamos.
Otro evento que llama la atención a propios y a quienes nos visitan, es el campeonato de béisbol tradicional que también este año, nos regaló una final esperada por todos, se enfrentaron las mayores fanaticadas, resultando campeón El Torrellas.
Nuestra gastronomía es causante de numerosas visitas al municipio Torres, aquí se come guabina, tostada, chivo asado, chicharrones de marrano, mondongo. Se disfruta de postres propios como el dulce de paleta y la mamonada, también se disfruta la refrescante resbaladera.
Pero parece ser que genéticamente, por decirlo desde lo profundo del caroreño, siempre está pensado el volver, tarde o temprano, volver siempre.
Ese amor por nuestro terruño lo tienen muchos jóvenes que ni siquiera nacieron en Carora, pero entienden y les gusta nuestra forma de ser.
Muchos de ellos desde afuera, unos cerca y otros regados por todo el mundo, son responsables de la economía familiar, de quienes se quedaron. Merecen el mejor de los homenajes, son ellos héroes anónimos que representan con orgullo nuestra caroreñicidad.
Soñemos todos que algún día nos encontremos de nuevo, sabemos que no es fácil, pero da alegría que a pesar de las circunstancias, ese apego por Carora está ahí.
Además, están dispuestos a aportar para la recuperación de Torres. Tienen excelentes ideas, las mismas nacen del más puro de los sentimientos, el amor.
El caroreño ama a su tierra, por eso, si está en París, se atreve a compararla, así somos, muy atrevidos pero conscientes de mejorar lo que hoy tenemos.
Quiera Dios, que cada día aglutinemos más voluntades para seguir sumando en aras del progreso y el buen vivir.
Para terminar, podríamos concluir, que el caroreño nace donde sea, su sentido de pertenencia le viene de nacimiento, no importa dónde nazca.
En fin, si de aquí venimos, somos de aquí.
¡A Carora hay que ir para volver!
Por: Pedro José Álvarez Chirinos.-
*http://www.diarioelinformante.com.ve/2022/09/sentir-caroreno.html*
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