“BRÚJULA LITERARIA 7”


TREVISTA AL ABOGADO, EDITOR DE LA REVISTA JURÍDICA LEXITUM, PROFESOR UNIVERSITARIO, ESCRITOR, POETA, CONDUCTOR DE PROGRAMAS RADIALES, CONFERENCISTA LEONARDO PEREIRA MELÉNDEZ


Por: Sira Vargas de Biheller.-

(Escritora, novelista, Doctora en Educación)


¡Hola, apreciado amigo, escritor! ¡Gracias por permitirnos acercarnos a tu vida, a través de esta conversación!


Sin preámbulos, comenzamos este acercamiento:

Los lectores desean conocer: 

- ¿Dónde naciste y en qué lugar pasaste tu infancia? 

Nací en una humilde casa, ubicada en la calle San José, de la ciudad de Carora, municipio Torres del estado Lara, el miércoles 17 de agosto de 1966, a mí madre la atendió una comadrona, y según mí madre fue atendida por el médico más famoso de Iberoamérica: el Dr. José Gregorio Hernández Cisneros. Ese episodio de mi nacimiento lo narro en mi novela “Cementerio de voces”, la cual obtuvo en el año 2011 el Premio de Literatura “Fernando Soto Aparicio”, en la ciudad de Tunja, Colombia. 

¿Cómo fueron tus inicios en el mundo de la escritura?

Desde muy pequeño me gustaba mucho dibujar y escribir. Mi padre, Don Hipólito Antonio Álvarez, fue un escritor autodidacta, un lector empedernido, y un gran comerciante. Él tenía por costumbre comprar todos los días varios periódicos: El Diario de Carora, El Impulso, de Barquisimeto; El Panorama, de Maracaibo; El Nacional y El Universal. Cuando el viejo Polo –mi padre– llegaba al mediodía a mí casa, a almorzar, traía bajo el brazo todos esos periódicos, los cuales eran leídos por mí, sobre todo, las secciones de cultura y de opinión. Recuerdo que mi amado viejo, siempre estaba pendiente de cuanto libro o novela nueva salía publicada de Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, ensayos políticos de Rómulo Betancourt, y, desde luego, todos esos libros que mi padre compraba, yo los leía de tarde en tarde acostado en una hamaca. 

Tiempo después, al comenzar a usar pantalones largos, me incorporé en algunos talleres literarios, uno de ellos, el Taller Literario José Herrera Oropeza, dictado por mi maestro en la adolescencia, el Dr. Jesús Antonio Herrera, ya tributario de la tierra, un excelso poeta y ensayista larense cuya obra y trayectoria académica, aún no ha sido estudiada a cabalidad. Con un grupo de muchachos, fundamos un periódico – “El Defensor” – órgano del Partido Comunista de Venezuela, de Carora, bajo la batuta de don Ricardo Arroyo, de grata memoria. Ya en mi inicial etapa de la adultez tuve la fortuna de conocer al historiador y poeta, Dr. Juandemaro Querales, quien terminó de alguna manera mi formación literaria, aunque, a decir verdad, nunca me he considerado poeta, quizás soy y he sido un simple escritor de provincia, un cómico de la lengua, como acostumbra auto definirse ese gran señor de las letras que es y será siempre, don Juandemaro Querales. 


Leonardo, dices que fuiste co – fundador de un periódico que perteneció al PCV de Carora. ¿Quieres decir que fuiste miembro del Partido Comunista de Venezuela? ¿Votaste por el comandante Hugo Chávez Frías?


No me atrae hablar de política, mis temas preferidos son relacionados con el derecho procesal penal moderno, con la literatura, la poesía y la filosofía. Pero sí, en mi juventud pertenecí al PCV, y voté varias veces por el Comandante Hugo Rafael Chávez Frías.


¿Algún arrepentimiento político?


No, no me arrepiento. Como decía el Dr. Arturo Uslar Pietri: “Yo no lamento nada de lo que he hecho en mi vida”. Rafael Arráiz Lucca, en uno de sus libros, “Entrevista a Arturo Uslar Pietri: ajuste de cuentas”, a una de sus preguntas, el Dr. Arturo Uslar Pietri, contestó: “Yo no retocó mis retratos”. 


- ¿Qué te motivó a incursionar en el área de la literatura?

     En realidad, no sabría decirlo. Quizás mi proverbial timidez. 

A los nueve años escribí algunos retazos, unos cortos relatos que no sé hoy en día, si merecen ser llamados “poemas”. Llamarlos así me parece una petulancia de mi parte. A los 16 años comencé a escribir para El Diario de Carora, ahí en ese periódico que fue mi primera universidad y casa de estudios, tuve grandes maestros: José Numa Rojas, Víctor Julio Ávila, Jesús Antonio Herrera, Víctor Manuel Salas, Jesús Vásquez Romera, Hermann Pernalete Madrid, Pedro Claver Herrera, entre otros, de todos ellos aprendí el difícil y hermoso arte de cómo redactar y escribir un artículo de opinión, una crónica o un pequeño ensayo. En El Diario de Carora, se publicaron mis primeros poemas. Luego, en mi etapa universitaria y ya como profesional de la abogacía mis artículos de opinión comenzaron a publicarse en El Impulso de Barquisimeto, El Universal de Caracas, Ultimas Noticias, El Informador, Diario Hoy de Barquisimeto, El Periodiquito de la Victoria, en diversos diarios y revistas nacionales e internacionales, hasta convertirme en el hoy que soy y voy siendo …    

- ¿Cuántos y cuáles libros has publicado?


En el mundo literario y jurídico he sido un hombre afortunado. Ante todo, porque provengo de una familia muy modesta que se ha ido levantando a fuerza de trabajo, que nunca ha estado vinculada a sectores editoriales ni académicos, mucho menos políticos. A veces yo mismo me sorprendo hasta donde han llegado mis escrituras, mis inventos literarios.  

Hasta la fecha he publicado veinticinco libros, once de los cuales se han editado en formato impreso en Colombia, Santiago de Chile, Argentina, México, y República Dominicana. 

Soy el primer caroreño en haber sido publicado en el prestigioso Grupo Editorial Ibáñez de Colombia. También soy el primer caroreño en ser publicado en la editorial mexicana Flores Editor y Distribuidor. A la par soy el primer caroreño en publicar dos libros en la afamada Editorial Especializada Olejnik de Santiago de Chile, simultáneamente editados dichos libros en Buenos Aires, Argentina. En imprenta hay en la actualidad una obra jurídica de mi autoría en República Dominicana. 

Hace poco una reconocida editorial de México me pidió escribiera un ensayo sobre la “Prisión Preventiva Oficiosa”, y dos universidades de ese histórico cuán hermoso país me han pedido además escribir sendos libros sobre tópicos del derecho procesal penal mexicano. Tal vez me anime el año entrante. Para ser sincero, espiritualmente estoy de ala caída, hace un poco más de tres meses, se me fue mi hermano – hijo, José Gregorio, mi tremendo Goyito, él era mi fuente de inspiración, el bastón que sostenía las entrañas de mi corazón, por ahora no tengo ganas de escribir nada. Solo escribo pequeños ensayos y artículos para un Postdoctorado en Seguridad Ciudadana y Paz que curso en la actualidad, y estoy pendiente de presentar y defender mi tesis doctoral en la Universidad del Zulia. Sí, claro, escribo los editoriales de la Revista Jurídica Lexitum. Uno que otro artículo o ensayo que escribo, que hago para ciertos amigos, a cambio de un paquete de maní enconcha y pan de guayaba. Tengo como diez libros inéditos.  Publicados como te dije antes, tengo veinticinco y estos son sus nombres:  Yo soy hijo de Gregoria Meléndez, Elucubraciones de un Caroreño, Nostalgia del Eros, Lacerado, Confesiones a media luna, Paloma de Luto, Corte de Apelaciones, Anotaciones de Derecho Procesal Penal, Pruebas Ilícitas y Nulidades en el Proceso Penal, Frente al Boulevard es la Cosa, Estudios de Derecho Procesal Penal, Principios, garantías y derechos humanos en el proceso penal, La prueba ilícita en el sistema penal mexicano, Sistema procesal penal acusatorio, Sistema procesal penal venezolano, Principios y garantías en el sistema penal mexicano, ¿A qué hora la muerte duerme?, Bajo el temblor de la lluvia dorada resplandecen como mar bravío mis sueños de opio, La Presunción de Inocencia y el Debido Proceso Penal, El COPP: Mitos y Realidades, Cementerio de Voces, Estudios sobre el Derecho Procesal Penal Dominicano, Escozor, Sobre la Reforma del COPP, y Mientras el avión vuela por los cielos. 


- ¿Qué nos puedes contar de tu formación, estudios realizados y trabajos desempeñados? Tienes una extensa experiencia en tu área y en el campo literario, además cuentas con una preparación extraordinaria…haznos un resumen.

 Nada asombroso ni extraordinario. Yo siempre les digo a mis alumnos que el más grande y el mejor de los títulos es ser llamado “señor”, “Señora”, “Don”, “Doña”, porque obtener un título académico se logra con esfuerzo, disciplina y perseverancia. Pero el título de “señor” lo otorga la Universidad de la Vida. Pero bueno, para responder a tu pregunta, te nombraré algunos galardones académicos que he logrado conseguir con disciplina y estudios: Soy abogado egresado de la Universidad Santa María, me gradué el 3 de noviembre de 1990. A la par tengo en mi haber los siguientes postgrados: Especialista en Derecho Penal; Especialista en Derecho Procesal Penal; Especialista en Literatura Latinoamericana; Magíster en Ciencias Penales y Criminológicas; Doctorado en Jurisprudencia. Soy candidato a Doctor en Ciencias Jurídicas por la Universidad del Zulia, solo me falta defender y presentar mi tesis doctoral. Hoy en día curso la Maestría en Seguridad Ciudadana en la Universidad Nacional Experimental de la Seguridad, la cual debo culminar en el mes de diciembre y continuaré estudiando en dicha casa de estudios hasta culminar el doctorado en seguridad ciudadana. Asimismo, estoy cursando el octavo seminario de un Postdoctorado en Seguridad Ciudadana y Paz en la Universidad Nacional Experimental del Yaracuy (UNEY) el cual debo terminarlo a finales del mes de octubre.  He sido profesor de varias universidades del país: UCV, UCAB, UFT, UNY, y en la ULA. El año pasado, en el 2021, fui profesor invitado de la Universidad del Zulia, en la Maestría de Ciencias Penales y Criminológicas Latinoamericanas.  En la actualidad soy profesor de la UNES – Barquisimeto y de la UCSAR – Caracas. En el mes de noviembre comenzaré a dictar el seminario “Marco Legal del Sistema Procesal Penal Acusatorio” en la UNELLEZ.  Desde el año 2008 he venido dictando conferencias y ponencias en varios estados del país, de forma presencial, y desde el año 2017 he dictado conferencias, talleres y ponencias a nivel internacional de manera online en varios países, con mayor frecuencia donde se han publicado mis libros.  He realizado un centenar de talleres y cursos de tópicos afines al derecho procesal penal y, desde luego, he asistido a simposios de literatura y poesía. He recibido algunas condecoraciones y premios literarios, como el Premio Nacional de Ensayo y el Premio Regional de Literatura “Sergio Medina”, éste último otorgado en el año 2002 en La Victoria, del estado Aragua. He recibido algunos Doctorados Honoris Causa en los Estados Unidos de Norteamérica como en la República de Colombia.


- ¿Nos podrías narrar una anécdota graciosa de tu infancia o alguna otra, relacionada con tu trabajo?

Podría contarte varias anécdotas de mi infancia. Algunas las he mencionado en mis crónicas literarias, otras en mi novela “Cementerio de voces”, en uno de mis libros inéditos, hay uno de cuentos o relatos cortos, en ellos narro que cuando era un niño por ir a agarrar un pollito, lo pisé, sin intención, debido a que lo pisé tan fuerte lo maté y se le salieron las tripas. Yo era un niño de unos seis años de edad. Mi papá le gustaba viajar mucho y con frecuencia nos llevaba a Boconó. Ese episodio de mi niñez ocurrió en uno de esos viajes. Recuerdo que lloré mucho y le pedí a mi mamá le mandará a hacer una misa al pollito. Al llegar a Boconó, al día siguiente fuimos a la Iglesia que queda frente a la plaza Bolívar. Vi a mi madre hablando con el sacerdote. Lo que no sé a ciencia cierta si siempre le pidió al clérigo que hiciera la misa por el “alma” del pollito.  Eso me marcó mucho. En mis cincuenta y seis años, nunca he manchado mis manos de sangre. Jamás sería capaz de quitarle la vida a ningún ser humano. Nadie, absolutamente nadie, tiene derecho a quitarle la vida a nadie.  Por eso no estoy de acuerdo con la pena capital o de muerte, si bien sí con las sentencias de prisión perpetuas, porque muchas veces hay personas que no están aptas para convivir en sociedad.

Con mi trabajo también tengo varias anécdotas, como haber tenido en mis años mozos, amores furtivos con abogadas en funciones de fiscales superiores y juezas de juicios. Son muchas.  En uno de mis libros inéditos, “Memorias de un vagabundo”, narro algunas digresiones producto de mi juventud.  Tal vez se publique algún día.     



- ¿Cómo te defines en la actualidad, con qué o cuáles características? ¿Qué fortalezas crees que has desarrollado desde que comenzaste tu carrera como escritor?

He sido, soy y seré siempre un hacedor de lluvias. Soy un mero escritor de provincia. El novelista estadounidense Ernest Hemingway (1899-1961), con el sarcasmo que siempre lo acompañó, fue quien dijo, palabras más, palabras menos: “La cualidad más esencial para un buen escritor es la de poseer un detector de mierda, innato y a pruebas de golpes”. No hay nada que yo deteste más en la vida que una puta chillona y las personas que se ocultan detrás de la falsedad y de la hipocresía, y que creen que uno es pendejo.  Por las noches hago una pequeña oración y es la siguiente: “Dios Padre no permitas que nadie me haga daño, pero tampoco permitas que yo le haga daño a nadie”. He tenido pequeños y grandes adversarios. Y cuando he tenido que enfrentarme, nunca me he ocultado detrás del seudónimo, y mucho menos del anonimato, y, por supuesto, tampoco he denigrado de nadie a sus espaldas. Es cobarde quien lo hace. Tengo gran respeto por mis adversarios. Pero lo maravilloso de todo es que no tengo ningún resentimiento o algún malsano remordimiento. ¡Qué el Santísimo me ampare! Me gustan los grandes adversarios. Que sean inteligentes y que tengan mucho poder. De los pequeños no me ocupo. No malgasto en ellos ni siquiera un mal pensamiento. Afortunadamente, en el gremio de los abogados, y en el regazo de los literatos, todos nos conocemos. Hay abogados que solo ganan sus juicios en la prensa; y, en los estrados judiciales, se valen de torniquetes y otras roscas, porque, sencillamente, repudian la justicia e ignoran los más elementales principios del derecho procesal penal moderno. Hay escritores que son unos cagatintas tasados. Temen escribir lo que sienten por prevención al qué dirán. Pobrecitos.


- ¿Qué recomendarías a los jóvenes para que sigan tu ejemplo en el área literaria? 

Mi recomendación que se dediquen a leer, a leer cuantos libros caigan en sus manos, aprovechar sus años de pubescencia, de mocedad. Ya después de los cuarenta años, habría que tomar el consejo del magno Jorge Luis Borges: “Después de los cuarentas años, uno debe leer no más de tres autores”. Al autor de “El Aleph”, una periodista le preguntó autores él releía, y él contestó: “Yo solo releo a Joseph Rudyard Kipling, a Arthur Schopenhauer, y la Biblia”. Recomendaría leer a los más grandes escritores venezolanos, rusos, norteamericanos, europeos, y luego escoger a los que más les emplacen o les llame la atención. Eso sí, deben buscar construir su propio estilo, su propia imagen, labrar sus caminos, sin temor a liberar sus temores, recelos y fantasmas. 




- ¿Qué libros o autores consideras te han marcado en tu vida y por qué? ¿Qué leías cuando eras niño y qué libros lees ahora, qué literatura prefieres en este momento?

Desde muy joven leía los libros que mi padre compraba. Al viejo Polo le fascinaba leer a Gabriel García Márquez, a Mario Vargas Llosa, a César Vallejo, a Andrés Eloy Blanco, a Rómulo Gallegos, a Rómulo Betancourt, a Leonardo Ruíz Pineda, a Luis Beltrán Prieto Figueroa, a Guillermo Morón, a Luis Beltrán Guerrero, a Alí Lameda, a Juan Páez Ávila, entre otros autores venezolanos. Polito –así le decía yo a mi padre– tenía un amigo de nombre César Pinto, era un señor mayor, muy culto, y de vez en cuando, éste visitaba a mi padre en su negocio, y le llevaba libros de autores americanos, como uno que recuerdo titulado “Lo que el viento se llevó”, de Margaret Mitchell, en dos tomos, lo leí a los dieciséis años de edad y quedé impregnado del modo romántico y fidedigno con que la autora le empapa a los personajes, uno oye los susurros, siente la nostalgia … En fin, gracias a ese señor amigo de mi padre logré leer buenas obras en mi adolescencia. Después, quise tener mi propia biblioteca y comencé a adquirir y leer libros de Guillermo Morón, de Luis Beltrán Guerrero, de Alí Lameda, de Tito Núñez Silva, de Argenis Rodríguez, de Juandemaro Querales, de Jorge Luis Borges, José Ángel Buesa, Pablo Neruda, Charles Pierre Baudelaire, Julio Florencio Cortázar, Walter Whitman, Horacio Quiroga, Oscar Wilde,  Ludovico Silva, Gelindo Casasola, Charles Pierre Baudelaire, Clarice Lispector,  Gabriel García Márquez, Jean Nicolas Arthur Rimbaud, Herman Hesse, Juan Rulfo, Hermann Broch, Octavio Paz, Thomas Clayton Wolfe, Francis Scott Key Fitzgerald, Charles Bukowski, Ernest Miller Hemingway, Jack Kerouac, Edgar Allan Poe, Virginia Woolf, James Augustine Aloysius Joyce, Thomas Stearns Eliot, y de William Cuthbert Faulkner. 

Gran parte de mi biblioteca, formada por más de dos mil libros, mi hijo Leonardo de Jesús, los vendió a la Librería El Clic de Barquisimeto; otros los doné a la Escuela de San Cristóbal de Aregue, un caserío cercano a Carora, que es mi pequeño Macondo; otros los obsequié a un centro penitenciario, y a varios jóvenes escritores que comienzan a formarse en este fantástico y terrible mundo de la literatura. 

Te confieso que ya no leo como antes. Pero en mi habitación no faltan los libros de Oscar Wilde, William Faulkner, Juan Rulfo, Thomas Wolfe, Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Juandemaro Querales, Guillermo Morón, Clarice Lispector, Charles Bukowski y Hermann Broch.

A Juan Rulfo, Juandemaro Querales, Oscar Wilde, y a William Faulkner los releo constantemente.  

En estos momentos estoy leyendo “En un paisaje boreal” de Tarek William Saab, “Expansión Sonora, poesía escogida” de Carlos Germán Belli, “Malagradecido” de Juandemaro Querales.


- ¿Quién o quiénes han influido en tu carrera y formación?

En mi formación literaria he tenido dos grandes maestros: Jesús Antonio Herrera y Juandemaro Querales. Ambos influyeron mucho en mi formación como escritor.  Y claro es imposible no mencionar a grandes dramaturgos, novelistas, escritores y aedas como Oscar Wilde, Juan Rulfo, William Faulkner, Clarice Lispector, Thomas Wolfe, y Charles Bukowski. 


-Si deseas agregar o compartir con nosotros, algún aspecto importante de tu vida…puedes hacerlo. 


De verdad no siento que mi vida tenga algo de importancia como para contarlo. Sin embargo, Sira, puedo decirte cosas tan sencillas como que tuve el privilegio de conocer a mis abuelos maternos y paternos. Mi abuelo materno, papa Chú, es el hombre que más he admirado y amado en mi vida.  Quizás no tuve juguetes sofisticados, pero sí la más hermosa infancia que no la cambiaría por nada del mundo. Me tocaron unos padres maravillosos. No te imaginas la falta que me hace mi amado padre, el viejo Polo. Provengo de un hogar muy modesto, muy humilde, pero allí recibí una prodigiosa educación. Jamás he hecho mal ni daño a nadie, y cuando creo haberle faltado el respeto a alguien lo busco y le ofrezco las debidas disculpas. Tengo mi conciencia muy tranquila, porque mis manos jamás las he manchado de sangre. Me gusta ayudar al prójimo sin esperar nunca nada a cambio, y esto se los he enseñado a mis tres aretes: Leonardo de Jesús, José Leonardo y Gregoria Urbana. Tuve la fortuna, el más grande los privilegios, de tener un ángel terrenal como mi hermano. Ese ángel, amiga Sira, se llamó, no, disculpa, no se llamó, se llama, porque pese a que ya físicamente no está con nosotros, vive y seguirá viviendo siempre, ese ángel se llama José Gregorio Pereira Meléndez, quien acá en este plano terrenal fue mi hermano – hijo, mi travieso Goyito.  A él, a Goyito, le dedique mi primer poemario, publicado hace ya muchísimos años; en casi toda mi obra literaria su nombre está presente, incluso en parte de mi obra jurídica, porque él me acompañaba hasta altas horas de la noche, mientras yo escribía mis ensayos y trabajos jurídicos, yo sentado frente a mi computadora, y él, sentado en el sofá viendo televisión. Muchas veces, él se levantaba del sofá, se aceraba a mí por detrás, me abrazaba, me daba un beso en el cachete y luego me decía: “Leo, te amo mucho …”. Esos momentos vividos, no los cambio por nada del mundo, ni siquiera por mil montañas de oro y de diamantes. 


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Diario El Informante: “BRÚJULA LITERARIA 7”
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