Hermanos, la visita de nuestra líder a Barquisimeto es un compromiso grande para todos.
No es una simple gira política. Se trata de un hito que puede, y debe, marcar nuestra vida como sociedad.
A partir de ese día puede pasar todo lo que en nuestros corazones late como una irrevocable decisión personal, como una promesa íntima, como un anhelo compartido.
Evaluemos qué haremos cada día y qué hemos hecho para que el viernes 24 salgamos del hotel Príncipe con la satisfacción del deber cumplido.
Tengamos en cuenta que ahí en la calle hay un pueblo, una sociedad que observa recelosa a quienes aspiran a ser sus líderes y que, conforme a las actuaciones de cada quien, en su debido momento dará su aprobación o emitirá un reproche.
Recordemos que una de las principales conquistas que hará posible un triunfo clamoroso de María Corina en las primarias, y luego en las elecciones de 2024, es precisamente de orden moral, ético.
Por más importantes que sean las curvas de la economía y el restablecimiento del Estado de Derecho, ningún logro podrá brillar con luz verdadera si en este país no son rescatados valores fundamentales como el de la civilidad, la educación, el respeto, el reconocimiento del otro, la exaltación de la honradez y la reprobación colectiva del deshonesto, el orden, la disciplina, el amor por el trabajo, el ascenso social sobre la base del mérito, etc.
Después de esta tragedia que estamos padeciendo surgirá una sociedad mucho más despierta, más vigilante y exigente, porque luego de gozar de un amanecer sin las sombras que manan de esta peste y todo lo contaminan, tendremos alojada en la memoria de estos días oscuros el recordatorio de que la democracia y la libertad deben ser conquistadas todos los días, al calor de nuestro desempeño ciudadano.
Así que elevemos la mirada. Insuflemos nuestro espíritu de objetivos superiores, los más hermosos que puedan inspirarnos o conmovernos.
Porque por encima de todas las cosas, no podemos fallarle a una nación anhelante de reencontrarse consigo misma.
José Ángel Ocanto.-
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