Llegar al Caserón de Doña Ambrosia presupone empezar con unas cervezas bien frías que sirven en una pequeña cava que el cliente debe destapar e ir pasando a sus compañeros, mientras el aroma y el calor de la cocina emocionan entre la conversa y el frescor que generan los frondosos mangos cuidadosamente pulcros.
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Se trata de un restaurant anclado en el sector La Antena de Las Palmitas en donde se evoca el legado gastronómico de Doña Ambrosia Adames, una mujer curtida en los fogones de su casa natal en el Paso de Curarigua, desde donde marchó a Carora en los años 40`s para inmortalizarse gracias a su sazón, y que a estas alturas del siglo XXI sigue abrigado con el celo a una preciada reliquia por el quinto hijo de su numerosa prole, José Gregorio Adames, un profesor de aula que hace años se entregó con pasión al arte de cocinar.
Allí, en rigor, todo es suma de saberes y sabores. Tradiciones que nos remiten a un festivo y familiar mundo de gustillos donde las recetas de caraotas –en una suerte de paté–, la original ensalada de mango, quesos, chicharrones, lomo prensao, pata e` grillo, olleta, chanfaina, crocantes de maíz (bastoncitos de arepa), plátanos y cerezos al almíbar, sueros y picantes estructuran una valiosa visión de una culinaria de antaño enfilada a dar goce a nuevas generaciones; pero eso sí, sin perder de vista el respeto a las formas, el amor a la tierra y a los ingredientes de tiempos pasados.
Es así como se desarrolla en un sólido andamiaje una visión de la gran cocina nativa que comienza con un servicio de capressa caroreña, que tiene su proceso histórico en Carora a partir de la existencia del queso de cabra. Es un plato de entrada en base a queso ahumado cortado en triángulos con tomates deshidratados incorporados, elegantemente adornado con hojas de albahaca y calado en aceite de oliva con rocíos de orégano y pimienta.
El resultado de aquello no es más que el toque de picardía que la licitación del local sugiere. Caemos en cuenta entonces, de que la obra que se gesta en los mesones interiores es una activa provocación que nos impulsa a adentrarnos en nuestra tradición sin limitar el necesario encanto, la improvisación y el ingenio.
José Gregorio Adames, como se explica en líneas previas, es un educador que se ofreció a la cocina criolla especializada. Diserta sobre lo que va sirviendo con corrientes de experto propietario del restaurant, dejándonos claros de que tenemos al frente un avezado conocedor de la historia de la gastronomía que nos distingue.
Ha dado clases de cocina caroreña. Dicta cursos y es historiador de gastronomía tradicional. “Lo que busco es mantener vigencia de lo que somos y hemos sido los caroreños desde la cocina, por eso trabajamos con lo que significa lo nuestro con platos específicos”, dice. Son esas las reglas que ayudan a obtener un resultado seguro, íntegro y virtuoso.
Las proporciones por persona alcanzan lo suficiente como para satisfacer a diestros comensales como quien esto escribe, nuestro amigo Alberto Antonio Meléndez de quien atendimos invitación de vieja data; su hija María Gabriela, su esposa Lucy y su nieto Gabriel José.
A partir de ese momento se revuelve con pompa y esplendor el deseo de degustar lo que se hace y produce en Carora al estilo de las buenas cocinas del mundo, mientras la charla se extiende hasta que se oculta el sol entre cava y cava.
Franklin Piña.-
@sobre.300
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