Nadie que los pudo asistir al acto fundacional de un pueblo o una ciudad se imaginaría el desarrollo que pudiere adquirir con el tiempo aquella comarca de vecinos en torno a un nombre que los identificaría para siempre.
Don Juan del Tejo como muy principal en cumplimiento de una obligación como representante de la corona de Castillo, haciéndose acompañar del grupo de encomenderos y de aborígenes, antiguos propietarios de tierras expandidas a las anchas de un río amarillento que denominaban Morere.
Desde aquel septiembre de 1569, mucha agua ha corrido por ese perezoso paso de aguas, que en ciertas épocas del año llega a venir con mayor fuerzas, entre tunales y clima templado que se decía muy sano para vivir, se seleccionó terrenos en estos parajes cercanos al cuadrilátero actual, la muy noble; Nuestra Señora de la Madre de Dios de Carora.
Que nos ha depuesto el tiempo, sino importantes acontecimientos históricos que han demarcado el desarrollo a pasos lentos y seguros, es una característica esencial que su gente ha cultivado una personalidad propia en los nativos de esta región, su apego indiscutible a la tierra y vencimiento de las adversidades de las sequías, calor y lluvias cuando logran caer en abundancia.
Pocos llamados a politiquería barata fue su demarcación personal por siglos y su poco interés de ocupar posiciones burocráticas y menos de pasos al margen de corrupción y despilfarro. Ese hecho demarcó que el caroreño no se vende a intereses oscuros, ni menos interés reñidos a la moral pública.
En 451 años, la nueva Carora gravita en situaciones duras y difíciles, no es la ciudad que trazaron los forjadores de nuestro gentilicio, no es la ciudad que dejó ser una de las principales de la nación venezolana hasta los años de los 70 del siglo XX, para convertirse en una ciudad de segunda y paralizada en su desarrollo actualmente.
Exigimos una ciudad para vivir, queremos una ciudad para nuestros hijos y para las futuras generaciones con alternativas de contar con estructuras para un desarrollo sustentable. Exigimos una ciudad limpia, cuidada y dónde su cultura sea el norte para los próximos siglos.
Por: Gerardo Pérez González.-
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