El pasado 5 de mayo, la Organización Mundial de la Salud ( OMS ), decretó de manera oficial el fin de la pandemia del Covod-19. Al fin se decreta el cese del uso del tapaboca, esto por decir lo menos, pero se convierte en un gran aliciente para los que no nos gusta para nada esa barrera de protección.
Más allá de esto del tapabocas, nos adentramos en lo que fue la pandemia, un tiempo para el olvido que quitó muchos seres queridos a la mayoría de las familias, todos perdimos familiares y amigos, en temporadas veíamos como oleadas de cadáveres en todas partes y los medios de comunicación en bastante tiempo, se convirtieron en contadores de bajas y servidores de malas noticias. Para muchos el fin del mundo se acercaba.
Luego de la vacuna desarrollada en tiempo récord, comenzó a hacer frente a una peste que amenazó seriamente la existencia humana. También, se debe decir que no todos creyeron en esto de las vacunas y algunos pagaron alto el no creer en estas. ¡Así la vida!
En nuestro país a pesar de nuestras limitaciones, se logró vacunar con mucho éxito. Al principio nadie lo creía pero se alcanzó la vacunación masiva.
Quien decreta hoy el final de la pandemia dejó muchas dudas, actuó con cierta discrecionalidad a razón de unos y apegado al protocolo que rige estos casos, según otros.
No era tarea fácil para nadie y el tiempo dirá quién tuvo la razón, el tiempo es y será el mejor juez.
Importante sacar experiencias positivas de lo vivido. Internalizamos lo importante que son las relaciones humanas, nos hizo mucha falta el contacto, tocarnos, besarnos, abrazarnos, todo eso se nos volvía imposible e incluso llegamos a pensar que esos tiempos no volverían. Por otro lado, a través de los distintos dispositivos electrónicos, comenzamos a tener una intensa vida simulada y a distancia, nuestro trabajo, salió de la oficina y los uniformes fueron reemplazados por las pijamas, la casa se convirtió en oficina, la educación volvió a ser tarea exclusiva de los padres, el médico aprendió a escuchar mejor y a entender que cuando se está enfermo también hay que sanar al alma. Todo el cimiento sensitivo del humano, se trastocó de un día para otro.
Lamentablemente el peor lado del ser humano también salió a flote, vimos mercadear insumos médicos a groseros precios, valiéndose de la ocasión y personas obligando a terapias conductuales para un mejor tratamiento, en fin, vimos de todo pero ya lo estamos superando.
Esta pandemia también sirvió para enseñarnos que todo se olvida, gracias a Dios, ya ese horrible tramo de nuestras vidas se va dilucidando en el tiempo, ese tiempo implacable que todo lo borra.
Creo firmemente que este período triste de la historia contemporánea marcó hitos inolvidables, que muchas cosas que se aseguraron no eran del todo ciertas, quedó en evidencia lo vulnerables que somos ante cualquier manejo biológico, somos muy frágiles comos especie.
Sin embargo, la lección al parecer no quedo aprendida, seguimos con países en guerra, ahora lo ilógico busca explicación, el robot amenaza la vida cotidiana y nadie parece ver a ciencia cierta lo que se nos viene con la inteligencia artificial.
Quizás, la pandemia fue un episodio que nos debería llamar a la concientización de la humanidad, pero nadie muere dos veces. Parece que no tememos a nada hasta que nos falta el oxígeno, quienes ostentan el poder intentan plantear podas a la humanidad, a veces se van en estas mismas, nadie está exento y todos tenemos ese llamado a la eternidad más que seguro.
Triste que no se vea un cambio de rumbo en la humanidad luego de tan terrible tragedia, quizás todo esto sea solo el reflejo de un mundo que no entiende bien que si todos estamos bien, el mundo será mejor.
Paradójico tener que entender que para que unos estén bien, muchos deben estar mal.
No es el mundo el que debe cambiar, quizás somos nosotros, quienes primero debemos hacerlo. Los que quedamos aun tenemos tiempo de aportar algo para mejorarlo, quienes partieron, ya no tienen tiempo.
Cómo casi siempre, es cuestión de tiempo.
Por ahora, a la pandemia se le acabó el tiempo.
Quien decreta hoy el final de la pandemia dejó muchas dudas, actuó con cierta discrecionalidad a razón de unos y apegado al protocolo que rige estos casos, según otros.
No era tarea fácil para nadie y el tiempo dirá quién tuvo la razón, el tiempo es y será el mejor juez.
Importante sacar experiencias positivas de lo vivido. Internalizamos lo importante que son las relaciones humanas, nos hizo mucha falta el contacto, tocarnos, besarnos, abrazarnos, todo eso se nos volvía imposible e incluso llegamos a pensar que esos tiempos no volverían. Por otro lado, a través de los distintos dispositivos electrónicos, comenzamos a tener una intensa vida simulada y a distancia, nuestro trabajo, salió de la oficina y los uniformes fueron reemplazados por las pijamas, la casa se convirtió en oficina, la educación volvió a ser tarea exclusiva de los padres, el médico aprendió a escuchar mejor y a entender que cuando se está enfermo también hay que sanar al alma. Todo el cimiento sensitivo del humano, se trastocó de un día para otro.
Lamentablemente el peor lado del ser humano también salió a flote, vimos mercadear insumos médicos a groseros precios, valiéndose de la ocasión y personas obligando a terapias conductuales para un mejor tratamiento, en fin, vimos de todo pero ya lo estamos superando.
Esta pandemia también sirvió para enseñarnos que todo se olvida, gracias a Dios, ya ese horrible tramo de nuestras vidas se va dilucidando en el tiempo, ese tiempo implacable que todo lo borra.
Creo firmemente que este período triste de la historia contemporánea marcó hitos inolvidables, que muchas cosas que se aseguraron no eran del todo ciertas, quedó en evidencia lo vulnerables que somos ante cualquier manejo biológico, somos muy frágiles comos especie.
Sin embargo, la lección al parecer no quedo aprendida, seguimos con países en guerra, ahora lo ilógico busca explicación, el robot amenaza la vida cotidiana y nadie parece ver a ciencia cierta lo que se nos viene con la inteligencia artificial.
Quizás, la pandemia fue un episodio que nos debería llamar a la concientización de la humanidad, pero nadie muere dos veces. Parece que no tememos a nada hasta que nos falta el oxígeno, quienes ostentan el poder intentan plantear podas a la humanidad, a veces se van en estas mismas, nadie está exento y todos tenemos ese llamado a la eternidad más que seguro.
Triste que no se vea un cambio de rumbo en la humanidad luego de tan terrible tragedia, quizás todo esto sea solo el reflejo de un mundo que no entiende bien que si todos estamos bien, el mundo será mejor.
Paradójico tener que entender que para que unos estén bien, muchos deben estar mal.
No es el mundo el que debe cambiar, quizás somos nosotros, quienes primero debemos hacerlo. Los que quedamos aun tenemos tiempo de aportar algo para mejorarlo, quienes partieron, ya no tienen tiempo.
Cómo casi siempre, es cuestión de tiempo.
Por ahora, a la pandemia se le acabó el tiempo.
¡Ojalá vengan mejores tiempos!
Por: Pedro José Álvarez Chirinos.-
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